Filosofia Marcial; La Taza Vacia

La Taza Vacia 

Según una vieja leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen.

Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.

Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en...

Frases celebres; Hazlo

HAZLO!

Hazlo de todas formas:

A menudo la gente es irrazonable, ilógica y egocéntrica.

Perdónalos de todas formas!.

Si eres amable, la gente puede acusarte de egoísta o de tener segundas intenciones.

Sé amable de todas formas!.

Si eres exitoso, ganarás algunos falsos amigos y algunos verdaderos enemigos.

Ten éxito de todas formas!.

Si eres honesto y franco, la gente puede engañarte.

Sé honesto y franco de todas formas!.

Lo que tardas años en construir, alguien puede destruirlo en un instante.

Construye de todas formas!.

Si encuentras serenidad y felicidad, pueden tenerte celos.

Sé feliz de todas formas!.

El bien que haces hoy, a menudo será olvidado mañana.

Haz el bien de todas formas!.

Das al mundo lo mejor que tienes y puede que jamás sea suficiente.

Da al mundo lo mejor que tengas, de todas formas!.

“Verás, el análisis final es entre tú y Dios; nunca será entre tú y ellos,

de todas formas!”.


Madre Teresa de Calcuta

Filosofia Marcial; El Arte Marcial

ARTE MARCIAL

Cuentan que un joven japonés estaba en busca de

un maestro de artes marciales. Finalmente,

después de mucho andar, logró localizar a uno de

gran renombre. Cuando por fin logró concertar

una cita con él, el maestro le preguntó:

- ¿Qué esperas de mi?

- Espero que me aceptes como alumno y con tu

enseñanza me convertiré en el más habilidoso

artista marcial. -Dijo el muchacho y preguntó-

¿Cuánto tiempo puede tomarme eso?

- Diez años, por lo menos -Replicó el maestro.

- Eso es mucho tiempo -Dijo el joven- ¿Y si

entreno el doble que el resto de tus discípulos?

- Ah bueno, en ese caso te tardarás veinte años

en convertirte en un experto - Respondió en

maestro.

- Pero entrenaré mañana, tarde y noche y

sacrificaré mis horas de alimentación y sueño si

es preciso.

- En ese caso -dijo el maestro- te tardarás

treinta años.

- ¿Pero cómo puede ser posible? -preguntó

confundido el muchacho- Mientras más tiempo le

dedico a mi entrenamiento, según tú, más me

demoraré en alcanzar mi objetivo. ¿Cómo puedes

explicar eso?

- Muy fácil -dijo el maestro- Cuando un ojo está

concentrado mirando hacia la meta, solo queda

otro ojo para ver el camino que conduce a ella.

Leyendas Marciales;El Ladron

El ladrón de conocimiento:

Yang Lu Chan nació al comienzo del siglo XIX en el seno de una familia de
campesinos. Desde joven no tenía más que una pasión: el Shuan-Shu, el arte del
puño. Desde su infancia, frecuentó asiduamente las escuelas de artes marciales
de su provincia y muy pronto alcanzo el rango de un experto de gran reputación.
Pero los estilos que había practicado hasta entonces no les satisfacían.

Sabía que desde la destrucción del monasterio de Shaolin, el arte del puño había
lentamente degenerado en un método de combate que daba demasiada importancia a la técnica y a la fuerza muscular. A pesar de su búsqueda por todos los rincones de su provincia, Ho Pei, no conseguía encontrar un Maestro susceptible de enseñarle un arte más profundo que le condujera a la Vía de la armonía.
Su desesperación llegó a su término cuando oyó hablar del Tai Chi Chuan, arte
que empezaba a ser popular en otra provincia, Honan.

Abandonando a sus padres y amigos, Yang emprendió un viaje a pie de más de 800 km. para dirigirse a la patria del arte que deseaba estudiar. Aprovechando un momento de oportunidad entró en los círculos cerrados de practicantes de Taichi.

En el curso de sus conversaciones con ellos, un nombre volvía continuamente a su mente: el del Maestro Chen Chang Hsiang. Este hombre pasaba por tener el "Kung Fu" más perfecto de su época. Desgraciadamente enseñaba exclusivamente a los miembros de su familia, en el más estricto secreto.
Yang pensaba que después de un viaje tan largo tenía que estudiar con el mejor
Maestro. 

Hábilmente consiguió interesar en casa de la familia Chen como criado.
De esta manera, cada día se las arreglo para espiar secretamente el
entrenamiento familiar bajo la guía del patriarca. Cuidadosamente disimulado,
observaba atentamente los movimientos, bebía las palabras y los consejos del
Maestro. Después, durante la noche, cuando todo el mundo dormía, se ejercitaba
en hacer lo que había visto durante el día y pulía incansablemente los
encadenamientos de movimientos que había aprendido los días precedentes.

Su espionaje continuó durante varios meses sin despertar sospecha... hasta que
un día fue descubierto. Inmediatamente fue conducido delante del Maestro Chen.
Se esperaba lo peor. En efecto, el anciano parecía muy enfadado. El tono de su
voz dejaba ver una cierta irritación.
- Y bien, joven, parece que has abusado de nuestra confianza. Usted se ha
introducido aquí con el único objetivo de espiar nuestra enseñanza, ¿no es
verdad?.

- Efectivamente - confesó Yang.
- No se aún lo que vamos ha hacer con Vd. Mientras tanto siento curiosidad por
ver que es lo que ha aprendido en tales condiciones. ¿Puede usted hacerme una
demostración?. 

Yang ejecutó un encadenamiento con tal concentración y fluidez que el anciano
Chen quedó profundamente impresionado al ver un reflejo tan fiel de su Arte.
Pero se cuidó bien de manifestar su emoción y durante un largo instante se quedó en silencio.
 
Después declaró:
- Sería estúpido dejarlo marchar con lo poco que conoce. Mancharía la reputación de nuestra familia mostrando nuestro arte de una manera tan incompleta. Mejor será que se quede aquí el tiempo necesario para terminar el aprendizaje.

¡Pero esta vez bajo mi dirección!
Yang permaneció aún varios años en la familia de Chen, integrándose cada vez más profundamente en el Arte Supremo del Tai Chi. Después de haber recibido la
bendición de su anciano Maestro, Yang volvió a su provincia natal.
En Pekin, donde decidió instalarse para enseñar su arte, no tardó en ser
conocido con el nombre del "insuperable". 

En efecto, a pesar de otros profesores
y campeones jóvenes le desafiaron a menudo, nunca fue vencido. Sus combates
contribuyeron a fortalecer la reputación del Tai Chi Chuan, sobre todo porque
conseguía neutralizar a sus adversarios sin herirlos jamás.

Filosofia Marcial; El Ki

El Increíble Ki

Un Maestro de combate a mano desnuda enseñaba su arte en una ciudad de
provincia. Su reputación era tal en la región que nadie podía competir con el.
Los demás profesores de artes marciales se encontraban sin discípulos. Un joven
experto que había decidido establecerse y enseñar en los alrededores quiso ir un
día a provocar a este famoso Maestro con el fin de terminar con su reinado.
El experto se presento en la escuela del Maestro. Un anciano le abrió la puerta
y le pregunto que deseaba. El joven anunció sin dudar su intención. El anciano,
visiblemente contrariado, le explicó que esa idea era un suicidio ya que la
eficacia del Maestro era temible.

El experto, con el fin de impresionar a este viejo medio chocho que dudaba de su
fuerza, cogió una plancha de madera que andaba por allí y de un rodillazo la
partió en dos. El anciano permaneció imperturbable. El visitante insistió de
nuevo en combatir con el Maestro, amenazando con romperlo todo para demostrar su
determinación y sus capacidades. El buen hombre le rogó que esperara un momento
y desapareció.
Poco tiempo después volvió con un enorme trozo de bambú en la mano. Se lo dio al
joven y le dijo:
- El Maestro tiene la costumbre de romper con un puñetazo los bambúes de este
grosor. No puedo tomar en serio su petición si usted no es capaz de hacer lo
mismo.
El joven presuntuoso se esforzó en hacer con el bambú lo mismo que había hecho
con la plancha de madera, pero finalmente renunció, exhausto y con los miembros
doloridos. Dijo que ningún hombre podía romper ese bambú con la mano desnuda. El
anciano replicó que el Maestro podía hacerlo. Aconsejo al visitante que
abandonara su proyecto hasta el momento que fuera capaz de hacer lo mismo.
Abrumado, el experto juró volver y superar la prueba.
Durante dos años se entrenó intensivamente rompiendo bambúes. Sus músculos y su
cuerpo se endurecían día a día. Sus esfuerzos tuvieron sus frutos y un día se
presentó de nuevo en la puerta de la escuela, seguro de sí. Fue recibido por el
mismo anciano. Exigió que le trajeran uno de esos famosos bambúes de la prueba y
no tardo en calarlo entre dos piedras. Se concentró durante algunos segundos,
levanto la mano y lanzando un terrible grito rompió el bambú. Con una gran
sonrisa de satisfacción en los labios se volvió hacía el frágil anciano. 

Este le declaró un poco molesto:
- Decididamente soy imperdonable. Creo que he olvidado precisar un detalle: el
Maestro rompe el bambú... sin tocarlo. -
El joven, fuera de si, contesto que no creía en las promesas de este Maestro
cuya simple existencia no había podido verificar. En ese momento, el anciano
cogió un bambú y lo ató a una cuerda que colgaba del techo. Después de haber
respirado profundamente, sin quitar los ojos de bambú, lanzó un terrible grito
que surgió de lo más profundo de su ser, al mismo tiempo que su mano, igual que
un sable, hendió el aire y se detuvo a 5 centímetros del bambú... que saltó en
pedazos.

Subyugado por el choque que acababa de recibir, el experto se quedó durante
varios minutos sin poder decir un palabra, estaba petrificado. Por último pidió
humildemente perdón al anciano Maestro por su odioso comportamiento y le rogó que lo aceptara como discípulo.

Filosofia Marcial; La Apuesta

La apuesta del viejo guerrero:

El señor Naoshige declaró un día a Shimomura Shoun, uno de sus más viejos
samurais:

- La fuerza y el vigor del joven Katsuchige son admirables para su edad. Cuando
lucha con sus compañeros vence incluso a los mayores que él. -

- A pesar de que ya no soy joven estoy dispuesto a apostar que no conseguirá
vencerme - Afirmó el anciano Shoun.

Para Naoshige fue un placer organizar el encuentro que tuvo lugar esa misma
noche en el patio del castillo, en medio de un gran número de samurais. Estos
estaban impacientes por ver lo que le iba a suceder al viejo farsante de Shoun.

Desde el comienzo del encuentro, el joven y poderoso Katsushige se precipitó
sobre su frágil adversario agarrándolo firmemente, decidido a hacerlo picadillo.
Shoun estuvo a punto de caer varias veces al suelo y de rodar en el polvo. Sin
embargo, ante la sorpresa general, cada vez se restableció en el último momento.

El joven, exasperado, intentó dejarle caer de nuevo poniendo toda su fuerza en
el empeño, pero esta vez, Shoun aprovechó hábilmente su movimiento y fue él
quien desequilibró a Katsushige arrojándolo al suelo.

Después de ayudar a su adversario semi-inconsciente a levantarse, se acercó al
señor Naoshige y le dijo:

- sentirse orgulloso de su fuerza cuando aún no se domina la fogosidad es como
vanagloriarse públicamente de sus defectos.

Filosofia Marcial; El Moscardon y el Maestro

El moscardón y el maestro:


El calor del verano era sofocante y el sudor corría por la frente del samurai.
En el engawa del dojo unas pequeñas campanillas furin pendían de la entrada. Ni
siquiera una ligera brisa les arrancaba el mas mínimo sonido.
El hombre descalzó sus zoris y subió al entarimado de madera de la entrada,
saludo con una reverencia al primogénito del maestro de kenjutsu a cuya lección
del día pretendía asistir.

La fama de este maestro era conocida en varias provincias aunque se decía que la
edad y la enfermedad estaban minando lentamente la salud del anciano. Pronto su
hijo heredaría la escuela y enseñaría en su lugar.


El samurai, afiliado a un clan y experto también en el manejo de la katana y en
las técnicas de combate de su propio ryu, tenia permiso expreso de su señor para
recorrer el país como lo hacían otros muchos samurais y ronin en estos tiempos
de relativa paz después que los Tokugawa asumieran la dirección del país.
Los alumnos se sentaban en seiza, alineados a lo largo de la pared, en actitud
concentrada y respetuosa, esperando la entrada del maestro.

El samurai fue
conducido por el primogénito hasta el lugar de honor y ambos tomaron asiento,
plegando con cuidado sus hakamas. Casi enseguida sus semblantes se volvieron
inexpresivos, mirando al frente y entrando en un estado de meditación y
recogimiento. En el silencio del lugar se oía como un trueno, por encima del
lejano rumor de las semi eternamente presentes en el verano, el zumbido de un
moscardón que vagaba de un lado a otro, posándose donde se le antojaba.
Un instante después el anciano maestro hizo su entrada deslizando muy suavemente
sus pies sobre la pulida madera. Después de los saludos rituales, su figura
erguida en el centro de la sala era la imagen perfecta del guerrero a punto de
comenzar un combate, ese estado de calma, de vacío, de presencia en el instante
y a la vez distancia y desapego, característico de los practicantes formados en
la Vía.

El maestro desenvaino su katana y en un solo movimiento, continuo, sin
interrupciones ni cambios de ritmo perceptibles, trazo dos tajos perfectos en el
aire que habrían sido suficientes para terminar con la vida de un enemigo
imaginario. La kata continuo.



El silbido producido por la hoja de la espada, similar al de un junco agitado en
el aire, pero infinitamente mortal en su sencillez. El tenue deslizar de los
pies. el ruido seco de las ropas. Eran los únicos sonidos que se escuchaban.
Pero no, también estaba el del dichoso moscardón que había tomado obcecado
interés en el maestro y estaba posándose en una de sus manos, justo en uno de
los momentos de mayor tensión interior...

El maestro, impasible, continuo la kata, aparentemente ajeno a la tozudez del
insecto. Pero al finalizar uno de los giros, cambio el movimiento y lanzo un
tajo hacia la pequeña figura negra que escapo milagrosamente.
El samurai tomo nota del hecho, la hoja había pasado muy cerca pero si la
intención era lucirse cortando en el aire al moscardón, el maestro había fallado
en su intento.

Cuando al fin el maestro desapareció por una puerta situada al final de la sala,
los alumnos levantaron sus frentes del suelo y salieron en silencio,
preparándose para una sesión de entrenamiento.
El samurai se acerco al hijo del maestro y comento en voz baja:
- Es una lastima que el maestro se haga anciano y pierda el pulso que le ha
hecho legendario en todo Japón. 

 ¿Por que lo dices? - contesto el primogénito. -
- Porque al lanzar ese tajo al moscardón no ha conseguido alcanzarle, quizás por
milímetros, pero se le ha escapado. -
El otro hombre sonrió.
- Cierto, ha escapado vivo. Pero no te equivoques... ya no podrá tener
descendencia....

 

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